miércoles, 3 de junio de 2009
Las aventuras del varón de Münchhausen
Director: Josef von Báky.
Productor: Eberhard Schmidt para la UFA.
Guión: Berthold Bürger [Erich Kästner], basado en la novela de Gottfried August Bürger y en los relatos de Rudolph Erich Raspe.
Fotografía: Konstantin Irmen-Tschet y Werner Krien.
Música: Georg Haentzschel.
Efectos Especiales: Konstantin Irmen-Tschet, Ernst Kunstmann, Theo Nischwitz.
Intérpretes: Hans Albers (baron Münchhausen), Wilhelm Bendow (El hombre de la luna), Brigitte Horney (zarina Catalina de Rusia), Michael Bohnen (Herzog Karl von Braunschweig), Ferdinand Marian (conde Cagliostro), Hans Brausewetter (caballero von Hartenfeld), Hermann Speelmans (Christian Kuchenreutter), Gustav Waldau (Casanova), Ilse Werner (princesa Isabella d'Este), Käthe Haack (baronesa Münchhausen), Marina von Ditmar, Andrews Engelmann, Waldemar Leitgeb, Walter Lieck, Hubert von Meyerinck, Jaspar von Oertzen, Werner Scharf, Armin Schweizer, Marianne Simson, Leo Slezak, Hilde von Stolz...
Nacionalidad y año: Alemania 1943.
Duración y datos técnicos: 134/118/105 min. Color 1.37: 1.
Comentario:
La realización de este film fue ordenada por el ministro de propaganda Josef Goebbels para celebrar el 25 aniversario de la productora UFA y servir de ensalzamiento del nazismo; sin embargo, el director era húngaro y el guionista un autor prohibido por el gobierno. Además, se contó con Hans Albers, el actor más venerado por el público alemán de la época, para interpretar al personaje principal y llevar todo el peso de la acción.
La película fue la cuarta rodada en color por la mítica productora y tuvo todos los recursos disponibles en el país, con elementos que estaban racionados en época de guerra y hasta se llegó a filmar en Venecia. Todo era poco para una producción que debería enaltecer el patriotismo del espectador y demostrar el poderío alemán en el cinematógrafo, por tanto las aventuras del barón de Münchhausen es un espectáculo grandioso, con enormes decorados y miles de figurantes. La acción se traslada desde Rusia hasta Turquía, de Venecia a la Luna... Todo un festín para la vista.
Aunque la cinta es espectacular también supone una magnífica obra de arte, donde el director Josef von Báky, cuya primera película fue una comedia titulada Intermezzo de 1936, y que nada tiene que ver con el clásico de Ingrid Bergman, consigue transmitirnos las emociones que arrastran al protagonista a viajar de un lado para otro, sabiendo utilizar los medios expresivos del cine para contarnos las aventuras de Münchhausen. Así, al comienzo se nos muestra una fiesta aristocrática, cuya ambientación hacer creer que transcurre en ambientes rococó, para después desvelársenos que se trata de un baile de disfraces acontecido en la actualidad: de ese modo se nos introduce en un juego de mentiras sobre el cual se articulará toda la narración. En ese instante se descubre que lo que veremos a continuación puede ser producto de las falacias del barón para ensalzar su propia historia, de igual forma que hacía el nazismo, y que las hazañas de su antecesor son más fantasía que realidad. Otra escena que apunta a eso es la última donde vemos cómo el cuadro del barón Münchhausen toma vida y apaga las velas del mayordomo; de esta forma se nos dice que la aparente realidad de su historia pertenece a la ficción y que es en la imaginación donde se puede vivir eternamente.
El guión era del represaliado por el nazismo Erich Kästner, conocido autor en la época creador de Emilio y los detectives (Emil und die Detektive), así como Las dos Carlotas (Das doppelte Lottchen), novela llevada al cine una infinidad de veces, la primera por el propio Báky en 1950 y estrenada en España con el título de la novela, y en su versión más famosa como la producción Disney Tú a Boston y yo a California (The Parent Trap, 1961). Aquí, Kästner escribe una historia perlada de momentos fascinantes, como el propio viaje a la Luna, el vuelo sobre la bala de cañón o el encuentro entre el conde Cagliostro y el barón. Pero también sabe cómo desarrollar la psicología de los personajes, mostrándonos la insatisfacción del héroe con su vida, que le lleva a emprender aventuras por el mundo, pero que no le permite poseer en realidad el amor o el mero contacto con sus familiares. Así, hay cierta desazón en el personaje, aunque se muestre displicente y bromista.
Lo más importante de Münchhausen, con todo, es la magnífica interpretación de Hans Albers que, con cincuenta años, algo mayor para el personaje, sin embargo es capaz de convencernos de su habilidad para perpetrar todas las hazañas que lleva a cabo el barón, así, por ejemplo, ese desencanto por la vida que tiene en las escenas contemporáneas del film, con un rostro lozano pero a su vez hastiado de soportar una vida vacía. Todos los demás intérpretes están estupendos en sus papeles, salvo alguna excepción. Y Hermann Speelmans, como el compañero de viaje y ayudante del barón, consigue dotar a su personaje de simpatía y sensatez, y con ello al tiempo arropar al héroe.
En definitiva, una suntuosa película, con un Agfacolor extraordinario que remarca cada situación, con una puesta en escena agraciada, y cuyos autores consiguen llevar al público hacia lugares lejanos y atrayentes sin necesidad de accesorios superfluos, donde prima la historia sobre la espectacularidad, aunque ésta exista. Las aventuras del barón Münchhausen es un film casi perfecto, una obra que aguanta el paso del tiempo y que sigue igual de brillante que en el momento de su realización. Cintas como ésta deberían ser de obligatorio visionado por todo el mundo.
Cine en Alemania Nazi
Antes de la Primera Guerra Mundial, los industriales alemanes no habían mostrado gran interés por invertir en la industria cinematográfica, pero esto cambia a raíz del éxito alcanzado por la Pathé en Francia. Con el comienzo de la guerra la situación del cine alemán daría un gran giro, la prohibición oficial de 1916 de importar películas hace necesaria la creación de organismos nacionales para cubrir la demanda interna, además, al atraso de la industria cinematográfica alemana hacía imposible su uso con fines propagandísticos, lo que dejaba a Alemania en desventaja con sus enemigos. Con este fin se crea en noviembre de 1916 la Deutsche Lichtbild-Gesellschaft, que produciría durante la guerra documentales propagandísticos. En enero de 1917, en el seno del ejército se crea otro organismo cuya misión sería la proyección en el frente, el Bild und Filmamt. Los grandes capitalistas deciden entonces fundar en unión con el ejército la UFA (Universum-Film AG), iniciativa que integraría las productoras ya existentes, y a la cual acabarían sumándose nuevos socios formando una gran organización que abarcaría todos los ámbitos de la industria. Por fin Alemania contaba con un instrumento eficaz para la propaganda, pero la derrota militar y de los movimientos revolucionarios de 1918 propiciaron que la UFA solo alcanzara sus propósitos en la República de Weimar. La difícil situación que atravesaba la nación tras la guerra, hizo que aumentara drásticamente el número de espectadores que querían huir de la cruel realidad, además, debido a la gran inflación, la importación de filmes extranjeros se hacía imposible, mientras que las producciones alemanas inundaban los cines europeos debido a su bajo coste. Se iniciaron procesos de concentración en el sector de modo que al final de esta etapa quedaban cinco grandes empresas, la más importante la UFA. Sin embargo, debido a la reforma de 1923, la industria cinematográfica se vio perjudicada por la invasión de películas extranjeras, y la situación empeoraría hasta que en 1926 la UFA tuvo que abrirse al capital estadounidense de Metro Goldwyn Mayer y Paramount, que pretendían eliminar la competencia germana. Estas inversiones fueron insuficientes puesto que la industria cinematográfica alemana afrontaba en esta época, sumida en una gran crisis, la adaptación al sonoro. Finalmente, la UFA encontró su salvación en la persona de Alfred Hugenberg, prusiano conservador y nacionalista y gran magnate de la prensa, que aspiraba a aumentar su influencia y que ayudaría a Hitler a instalarse en el poder.
Paralelo al desarrollo industrial, el cine alemán gozó en estos años de su época dorada. En medio del caos económico, político y social, nace un cine sorprendente, hijo del desencanto y la crisis psicológica. El Expresionismo comienza de la mano de Robert Wiene con El gabinete del Dr. Caligari, y va a suponer la réplica a la inundación de películas realistas que habían dominado el mercado. El Expresionismo creaba una atmósfera absurda e irreal basándose en aspectos externos de la realidad, quería captar los aspectos misteriosos e incontrolables del alma humana. Además de Wiene, otros cineastas continuaron este tipo de cine, Murnau, Pabst, o Fritz Lang son algunos de ellos. Este último, de descendencia judía, fue el creador del estilo wagneriano que inspiró al cine nazi, sus recreaciones del medievo germano, época modelo para los nazis, fueron usadas por estos para exaltar el patriotismo, sirviendo así de propaganda involuntaria al régimen e inspirando a la que sería la más importante de sus cineastas, Leni Riefenstahl. Las estampas de los malvados en filmes como Nosferatu o Dr. Mabuse, fueron también repescadas por los nazis para crear a sus propios malvados, los más destacados los judíos.
Paralelo al desarrollo industrial, el cine alemán gozó en estos años de su época dorada. En medio del caos económico, político y social, nace un cine sorprendente, hijo del desencanto y la crisis psicológica. El Expresionismo comienza de la mano de Robert Wiene con El gabinete del Dr. Caligari, y va a suponer la réplica a la inundación de películas realistas que habían dominado el mercado. El Expresionismo creaba una atmósfera absurda e irreal basándose en aspectos externos de la realidad, quería captar los aspectos misteriosos e incontrolables del alma humana. Además de Wiene, otros cineastas continuaron este tipo de cine, Murnau, Pabst, o Fritz Lang son algunos de ellos. Este último, de descendencia judía, fue el creador del estilo wagneriano que inspiró al cine nazi, sus recreaciones del medievo germano, época modelo para los nazis, fueron usadas por estos para exaltar el patriotismo, sirviendo así de propaganda involuntaria al régimen e inspirando a la que sería la más importante de sus cineastas, Leni Riefenstahl. Las estampas de los malvados en filmes como Nosferatu o Dr. Mabuse, fueron también repescadas por los nazis para crear a sus propios malvados, los más destacados los judíos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)