miércoles, 3 de junio de 2009

Cine en Alemania Nazi

Antes de la Primera Guerra Mundial, los industriales alemanes no habían mostrado gran interés por invertir en la industria cinematográfica, pero esto cambia a raíz del éxito alcanzado por la Pathé en Francia. Con el comienzo de la guerra la situación del cine alemán daría un gran giro, la prohibición oficial de 1916 de importar películas hace necesaria la creación de organismos nacionales para cubrir la demanda interna, además, al atraso de la industria cinematográfica alemana hacía imposible su uso con fines propagandísticos, lo que dejaba a Alemania en desventaja con sus enemigos. Con este fin se crea en noviembre de 1916 la Deutsche Lichtbild-Gesellschaft, que produciría durante la guerra documentales propagandísticos. En enero de 1917, en el seno del ejército se crea otro organismo cuya misión sería la proyección en el frente, el Bild und Filmamt. Los grandes capitalistas deciden entonces fundar en unión con el ejército la UFA (Universum-Film AG), iniciativa que integraría las productoras ya existentes, y a la cual acabarían sumándose nuevos socios formando una gran organización que abarcaría todos los ámbitos de la industria. Por fin Alemania contaba con un instrumento eficaz para la propaganda, pero la derrota militar y de los movimientos revolucionarios de 1918 propiciaron que la UFA solo alcanzara sus propósitos en la República de Weimar. La difícil situación que atravesaba la nación tras la guerra, hizo que aumentara drásticamente el número de espectadores que querían huir de la cruel realidad, además, debido a la gran inflación, la importación de filmes extranjeros se hacía imposible, mientras que las producciones alemanas inundaban los cines europeos debido a su bajo coste. Se iniciaron procesos de concentración en el sector de modo que al final de esta etapa quedaban cinco grandes empresas, la más importante la UFA. Sin embargo, debido a la reforma de 1923, la industria cinematográfica se vio perjudicada por la invasión de películas extranjeras, y la situación empeoraría hasta que en 1926 la UFA tuvo que abrirse al capital estadounidense de Metro Goldwyn Mayer y Paramount, que pretendían eliminar la competencia germana. Estas inversiones fueron insuficientes puesto que la industria cinematográfica alemana afrontaba en esta época, sumida en una gran crisis, la adaptación al sonoro. Finalmente, la UFA encontró su salvación en la persona de Alfred Hugenberg, prusiano conservador y nacionalista y gran magnate de la prensa, que aspiraba a aumentar su influencia y que ayudaría a Hitler a instalarse en el poder.
Paralelo al desarrollo industrial, el cine alemán gozó en estos años de su época dorada. En medio del caos económico, político y social, nace un cine sorprendente, hijo del desencanto y la crisis psicológica. El Expresionismo comienza de la mano de Robert Wiene con El gabinete del Dr. Caligari, y va a suponer la réplica a la inundación de películas realistas que habían dominado el mercado. El Expresionismo creaba una atmósfera absurda e irreal basándose en aspectos externos de la realidad, quería captar los aspectos misteriosos e incontrolables del alma humana. Además de Wiene, otros cineastas continuaron este tipo de cine, Murnau, Pabst, o Fritz Lang son algunos de ellos. Este último, de descendencia judía, fue el creador del estilo wagneriano que inspiró al cine nazi, sus recreaciones del medievo germano, época modelo para los nazis, fueron usadas por estos para exaltar el patriotismo, sirviendo así de propaganda involuntaria al régimen e inspirando a la que sería la más importante de sus cineastas, Leni Riefenstahl. Las estampas de los malvados en filmes como Nosferatu o Dr. Mabuse, fueron también repescadas por los nazis para crear a sus propios malvados, los más destacados los judíos.

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